martes, 12 de agosto de 2014

Almas que penan en el Perú ( El condenado de la Vaqueria de Llac Yaymay)


Cuentan que un señor que vivía en San Agustín se fue a viaje a Lima. Su esposa estaba en la vaqueria de Llac Yaymay con su ganado. Al señor, de regreso de Lima o de ida, no se sabe, le dio un cólico y se murió, y lo enterraron por ahí en el sitio que llaman Tambo de Perros, por ahí en el desierto por donde antes se viajaba a Lima en esos tiempos.

La señora tenia tres hijos y llego a saber que su marido se había muerto. Ella lloraba, lloraba por su esposo y estaba sola en las alturas de San Agustín, cuidando su ganado en la vaqueria de Llac Yaymay.


                                            


Pasarían días o semanas seguramente, y la señora continuaba llorando por la perdida de sus esposo. En uno de esos días, en una noche llego un hombre a la vaqueria. La señora seguramente con una luz reconoció que era su marido. Al reconocerlo ella lo recibe como a su esposo, como en un sueño, porque no tenia la seguridad de que había muerto, ya que ella misma no lo había enterrado. En esos momentos creería que estaba vivo y que no había fallecido. Como seria, pues.

Se dice que cuando el esposo llego y la señora lo reconoció con una luz, su esposo le dijo: "Vamos a comer, apaga la luz". Entonces ella apago la luz y le sirvió lo que tenia de comida, dicen que era un plato de mazamorra.

Cuando termino de comer, ella  encendió la lampara nuevamente y su esposo le dijo:"tengo sed": al mismo tiempo ella vio que toda la mazamorra que le había servido a su esposo estaba derramada en su pecho. En fin, que habría pasado en esos momentos pues no tenia ni una gota de agua en la casa y ya era de noche. Le contesto: " Esta oscuro tengo miedo, como hacemos, todo esta oscuro".

La quebrada donde ella sacaba el agua estaba lejos, como a unos doscientos metros de la vaqueria. El marido le contesto:"Anda con mi cordón". Seguramente en esos momentos ella ya se habria dado cuenta de que su marido era un condenado. Fue pues la señora a traer el agua con el cordon de la mortaja de su marido y en el camino el cordón le habla la señora diciéndole: 

" Ese no es tu esposo... ese te esta engañando. En Puente viejo hay viajeros, vete a Puente viejo, no le voy a contestar hasta que estés llegando a puente viejo". 

Entonces la señora ahí mismo se fue del frente del cerro para abajo por donde se iba a Puente viejo. En esos años los viajeros que iban de San Agustín a Lima tenían que pasar el primer día por ahí. Ahí paraban área comer y recoger a sus avíos de ahí madrugaban para continuar el viaje, amanecer con Rauma, por Chuccho. Con ese fin, los viajeros pasaban la noche por ahí. Es por eso que el cordón de su esposo de dijo a la señora:  

"Ahí hay viajeros, vete, yo no le voy a contestar hasta que estés llegando abajo a Puente Viejo".

Mientras todo esto pasaba, el condenado que se había quedado en la casa esperando el agua, comenzó a llamar desesperadamente a su cordón:" Cordón, cordón.." pero el cordón no l contestaba. Volvía a llamar: "Cordón, cordón..", así seguía llamando a su cordón. Los diablos, sin el cordón de su mortaja, dicen que no pueden hacer nada, ya no pueden movilizarse.

La mujer, como iría  pues, dejando a sus hijos en su casa con su esposo. Ella partió a Puente Viejo en la noche; entre la vaqueria y Puente Viejo habrían como tres kilómetros hacia abajo. Cuando la señora estaba por un sitio que se llama Ancaychuay, recién el cordón de la mortaja le respondió al condenado. El cordón le dijo: "Como voy a ir si estoy amarrado". Pero, para eso, el cordón le había pedido a la mujer que lo amarrase en un árbol que había en el monte.

El condenado, al oír que el cordón estaba amarrado, fue a buscarlo, lo encontró, lo desato, se lo puso, y se fue siguiendo rápidamente a su esposa. Se fue atrás de ella y casi al igual que su señora llegaron abajo.

La señora llego, pues, desesperada a Puente Viejo. Ahí habían varios viajeros porque en ese tiempo se andaba en grupos. Seguramente al momento de llegar la señora les habría dicho a los viajeros que le estaban engañando y que la protegieran, porque inmediatamente los viajeros escondieron a la señora dentro de los aparejos de sus acémilas. La señora seguramente les diría: " Tapenme, tapenme".

Ahí, nomas, en esos momentos, llego el condenado. El condenado lucho con los viajeros y los viajeros se defendían del condenado con sus estribos, que en esos tiempos tenían sus esquinas de níquel o de plata.

Con eso le daban duro a la cabeza del diablo. Dicen que cada vez que el condenado recibía golpes, salia candela de su cabeza. Así los viajeros pudieron dominar al condenado.

Al verse derrotado, después se iría el condenado convencido de que ya no podía. Dicen que antes de irse el condenado dijo:

"Por que llora tanto esta mujer... esta mujer es la que me ha condenado".

Al día siguiente, los viajeros acompañaron a la señora a su casa en la vaqueria de Llac Yaymay para ver como estaban los hijitos de la vaqueria. Ya no había nada. Puro hueso dicen que eran.  Huesitos, huesitos introducidos en los huequitos de las paredes de la casa. Ahí dicen que el condenado había echado los huesitos de las criaturas. No había nada. El condenado todo se lo había comido..todito. 


                                


   






 

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